Cosmos
Es sabido que el cosmos orbita en derredor de la Tierra en una trayectoria epiléptica y caprichosa, y con una frecuencia de 365 balcones que explotarán en el cielo para disfrute de los hipopótamos; lo que falta por concretar es qué cosa es la Tierra (esa pelota de trapo con costurones que rueda por una repisa inclinada e infinitamente absurda).
El secreto lo mantiene a buen recaudo el niño de cemento que orina axiomas sobre el estanque del parque (por donde vagan los fantasmas subacuáticos de Galileo y Copérnico, perseguidos por el bigote maligno de Nietzsche), mas siempre que lo increpo sobre al asunto vengo a ser amenazada por un loco veloz con los bolsillos llenos de paraguas que me señala con un dedo que quiere ser pistola, que quiere ser bailarina de revistas, que quiere ser simplemente un dedo.
A lo mejor el hombre que hunde las sillas en el asfalto podría darme una explicación que levante los océanos de raíz, pero cada vez que me acerco a él soy tragada por una alcantarilla que viene a dar a la fosa nasal de una joven concertista de piano por la que soy expelida en el momento crucial de una pieza romántica.
-De los sueños olvidados en buzones digitales a la hora de cenar-
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