El Niño
El niño en la prisión blanca de la clínica, en manos del dolor, manipulado, pinchado, dolorido, el niño entre los niños que sufren. Han entrado en la vida por el túnel amarillo de la enfermedad. El niño, mi niño, está ahí, sufriente, enfrentado a un miedo, a una magnitud superior, y lo llevan en alas blancas y sucias, lo traen en camas duras y sonoras. Me resisto a amar una creación donde los niños son torturados [...] Cogido en las fauces del dolor, mirado de cerca por la muerte, al niño se le rompen los ojos en cristales, se le ahuesan las manos, perdida su calidad de flores, y le viene la blancura inhumana del terror [...] El universo, la creación, prodigiosa máquina de errores, sistema perfecto y cerrado de equivocaciones, es un gran absurdo que equivale a una gran razón. Funciona. Funciona con el dolor y la muerte de los niños.
Me llevo al niño, dolorido y lánguido, lejos del gran absurdo organizado, a nuestro pequeño rincón de sinrazones, al cubil de la ternura.
Ahora tengo al niño entre los niños enfermos, en el pabellón de las sombras por donde un pequeño saltamontes humano, niño roto e inquieto, o una niña destrozada por un automóvil, con su sueño de manzana pisada, bullen y mueren. Tengo al hijo pendiente de esa salud que gotea, de esa gota de suero, de luz, de vida. En torno de su silencio, el dolor del pueblo, madres jóvenes y oscuras como montes calcinados, hombres como pájaros hambrientos, de graznido triste, el fondo del mundo, el hondón de la existencia, la verdad pueril y desoladora de la vida.
Niños que sufren, niños que mueren, madres con los ojos pardos como lobas del pueblo, algo que gotea vida o muerte. Y nada más. Zumba el dolor en patios interiores, pasan mujeres con palanganas en la mano, orinan los niños su tristeza y huele el mundo a herida infectada.
He ido, con el hijo en los brazos, llevados de la velocidad, hasta estrellarnos contra el fondo del silencio. Ahora lo tengo aquí, enfermo siempre, mirado por la muerte, y su gloria es el dolor de otros niños [...] Me quedan los colores que ha creado el niño, oros enigmáticos de un Universo que se ignora a sí mismo.
Mortal y rosa/ Francisco Umbral
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